La colombiana-boricua-coreana que le metió sazón nuevo al Tejano desde Tampa hasta el mundo
Gabriella Martinez no vino a pedir permiso, vino a dejar huella. Con apenas 23 años, esta joven cantante nacida en Tampa y con sangre de Buenaventura – Colombia, Puerto Rico y Corea está reventando los estereotipos de la música Tejana y dándole un giro moderno y sabrosón al género con el que creció viendo a Selena brillar. Su nuevo EP “Yo No Te Perdí”, que salió hace solo unos días, está hecho pa’ llorar, pa’ bailar y pa’ soltar todo lo que uno guarda por dentro.
Esta Gabriella no es cualquier voz bonita. Es una artista con historia. Creció en una casa donde los fines de semana se limpiaba al ritmo de Rocío Dúrcal, Juan Gabriel y Selena, pero también con cumbias colombianas, vallenato y sonidos que le hablaban al alma aunque a veces no entendiera ni la letra. Porque sí, como ella misma lo dice, fue una “no sabo kid” que ahora canta en español como si toda la vida hubiese vivido en Monterrey.
Y aunque muchos le tiran el “ah tú eres mexicana”, ella lo aclara con orgullo. No lo es. Su música tiene el ADN de sus raíces, con cumbia texana, acordeones vallenatos y teclados que suenan a puro barrio, pero el sello es suyo y de nadie más.
Después de hacerse viral en TikTok cantando covers de Selena —con una voz tan parecida que muchos se quedaron fríos—, Gabriella decidió mudarse a Texas y apostar de lleno por la música. Desde entonces ha ganado dos premios en los Tejano Music Awards, fue nominada al Latin Grammy y hoy en día está encabezando playlists, tocando en ferias tejanas y metiéndole sin miedo al crossover cultural.
Pero lo más brutal de Gabriella no es solo su talento, sino su mensaje. Ella canta desde el desamor, sí, pero también desde la aceptación, el empoderamiento y el derecho de cada uno a sonar como le dé la gana. No quiere reemplazar a Selena, quiere abrir su propio camino, y lo está haciendo a punta de talento, corazón y sabor mixto.
Su nuevo disco es una mezcla explosiva. Hay baladas para dedicar, cumbias para perrear suave, y hasta un tema con vibras de La Sombra y La Mafia, pa’ los que se criaron en los noventa. Gabriella no le tiene miedo a los puristas. Más bien, les tira un guiño y les dice “aquí está lo nuevo, y suena duro”.
Así que ya sabes. Si todavía no la has escuchado, ponle play a “Yo No Te Perdí”, sube el volumen y prepárate para bailar con el corazón en la mano. Porque Gabriella Martinez llegó para quedarse. Y sí, con el cabello liso, la mirada firme y el orgullo de sus tres culturas bien puestos, esta chamaquita le está cambiando el flow al Tejano… y a la música latina en general.
De Buenaventura a Bayamón con una parada en Seúl
Gabriella Martinez es el resultado más sabroso del cruce entre la costa pacífica colombiana, el sabor boricua y la elegancia asiática —y todo eso se le nota en la voz.
Nació en Tampa, Florida, pero su sangre es un combo poderoso y único. Su mamá es una colombiana de pura cepa, nacida en Buenaventura, tierra de mar, tambor y sabor pacífico. Su papá, por otro lado, es un puertorriqueño-coreano, hijo de una boricua de Bayamón y un inmigrante coreano que llegó a la isla en los años 70 buscando una vida nueva.
Esa mezcla de culturas la marcó desde chiquita. En su casa se comía sancocho, arroz mamposteao y kimchi, todo en la misma semana. La música era igual de variada: su mamá le ponía cumbias y baladas de despecho mientras trapeaba, y su papá le enseñó a amar los boleros, la salsa, y los beats electrónicos de Seúl.
Aunque creció en un barrio donde no había muchos latinos ni mucho menos gente con sus raíces cruzadas, Gabriella se aferró a la música para sentirse conectada con sus orígenes. Y hoy, cada nota que canta es un tributo a ese linaje tan mezclado como poderoso.
Así que vayan tomando nota porque Gabriella no es una moda pasajera. Es el futuro de la música latina, con raíz, con tumbao y con una voz que no pide permiso pa’ entrar, sino que se mete directo en el corazón. Y en Gallimbo La Magazine le tenemos el ojo puesto, porque sabemos reconocer una estrella cuando empieza a explotar.